Monday, December 19, 2011

Crítica a la Ecología Política



Es difícil determinar cuándo se politizó la ecología. Probablemente en los años ´60, con el movimiento hippie. Ese sincretismo cultural (para algunos superficial) mezcla de izquierdismo, religiones orientales y también cristianismo, incluía además una adoración a la naturaleza que nada tenía que ver con Marx, pero que estaba emparentado quizás con el ideal de un comunismo primitivo.


Posteriormente se incorporaron las ideas del economista clásico Thomas Malthus, quién en su momento pronosticó un desastre al pensar que la población humana sería mayor que la producción de alimentos. Se puede decir también que tanto Rousseau como los anarco-primitivistas son un antecedente a esa postura hippie-naturalista, no obstante, su posición respondía más a una crítica contra la civilización, pues, no existía esa noción de cuidar el medio ambiente

Es en el siglo XIX cuando se comienza a hablar de ecología. Nace como una rama de la biología, estudiosa de la relación entre los seres vivos y de estos con la naturaleza. En principio la ecología no es una postura ideológica, sino una rama del saber científico. El ecologismo, en cambio, supone un tipo de activismo a favor de la conservación del ambiente, erradamente vinculado con ciertas izquierdas.


El capitalismo, enemigo del ambiente
Con la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría, ganada, aparentemente por la democracia liberal, la izquierda se quedó sin ideas, más allá de la crítica a un “modelo único”. El auge de la teoría del calentamiento global, una teoría que no tiene nada que ver con la izquierda o con la derecha, sirvió para satanizar al capitalismo desde otra óptica: este era productivo, pero también contaminante, y el mundo estaba siendo destruido por las multinacionales. Se obvió, por supuesto, el impacto ecológico que tuvieron países como la extinta Unión Soviética.





La izquierda comenzó, entonces, a enarbolar la bandera del ecologismo, y los ecologistas radicales, no necesariamente simpatizantes del socialismo, encontraron con quién aliarse para combatir a un enemigo común: el sistema capitalista.
La militancia comeflor

Ese ambientalismo radical, unido a un izquierdismo radical, parece no proponer otra solución que el retroceso. No consideran que el progreso científico nos beneficie, más bien sirve, a su juicio, para acabar con el planeta. Combustibles como el etanol no son verdes, pues, impiden que nos alimentemos con su materia prima. Las vacas aunque no se extingan, son explotadas cruelmente por el ser humano, y sus excrementos contribuyen al efecto invernadero.



Pues sí, la ecología política “de izquierda” parece no proponer más alternativas que acabar con  lo que el hombre construyó. Al final es resultado de una ceguera ideológica. Pero los ecologistas de izquierda no son los únicos que se equivocan.

Ecología de mercado: ¿la postura liberal?

La llaman ecología de mercado. Es según, sus defensores, una postura ambientalista acorde a los principios del pensamiento liberal. Pero esa propuesta ecologista “no socialista” tiene un problema: nació con la finalidad de contradecir un discurso ambiental “de izquierda”. A pesar de tener argumentos científicos, su origen tiene más que ver con la política que con la ciencia.


Un libro interesante pero...
No es incorrecto cuestionar a los “eco-izquierdistas” por decir que la contaminación es un mal exclusivamente del capitalismo. Pero tampoco es correcto decir que la teoría del calentamiento global es un invento para reprimir a la empresa privada. Es como decir que el Estado nos reprime al decirnos dónde debemos botar la basura. Ambas posturas son irresponsables.

En todo caso, la discusión acerca del calentamiento global, si es que aun el tema merece ser discutido, forma parte de una diatriba científica, no ideológica. Si la política interviene, en todo caso, es para discutir si el problema se combate más eficazmente desde el Estado o desde la sociedad civil.
¿Paranoia o Conspiración?


La contaminación es algo que perjudica a terceros de manera involuntaria. Puede causar enfermedades graves. No es anti-liberal que el Estado intervenga cuando se violan derechos individuales, se supone que en el liberalismo clásico el Estado está para eso.  Otra cosa son las posturas de los liberales anarquistas, en las cuales el Estado no existe. Posturas basadas en sociedades quizás más avanzadas, pero también inexistentes.


Adicionalmente, ver a la naturaleza como un mercado libre en el cual algunas especies llenan el nicho desocupado por otro como si fueran empresas es interesante desde el punto de vista filosófico, pero no necesariamente nos habla de algo real.

En todo caso, el impacto ecológico, más que estar emparentado con un sistema económico, tiene más que ver con una revolución industrial que arrancó en los países capitalistas, pero que continuó también en los países socialistas. El sueño de Marx era ver a los obreros apropiándose de esas contaminantes fábricas, así que no se puede decir que los países de la órbita soviética aplicaron mal un modelo que también se basaba en el progreso técnico.


Quienes creemos en el liberalismo no debemos creer en una postura ecologista liberal sólo porque contradice a otra postura ecologista y socialista. Si alguna crítica debemos hacer a esa postura ecológica de izquierda es precisamente el haber emparentado la ciencia y la política de una manera descabellada. Defender una postura política en la cual capitalismo e industrialización parecen ser lo mismo, es también caer en la defensa de un modelo de producción caduco que está cambiando, pues, hay nuevas tecnologías que permiten, por ejemplo, la  fabricación de productos bajo demanda, sin sobre-producción.


Así era en el siglo XVIII, ahora ni te cuento...
Tampoco la idea es satanizar el concepto de industrialización. La técnica forma parte de la evolución humana, ha contribuido a generar riqueza. Lo que se debe criticar es el seguir anclados en una fase inicial de la era industrial, necesaria como comienzo de un proceso histórico, pero que a estas alturas resulta obsoleta, especialmente por su impacto ambiental.


Atacar un modo de producción obsoleto, que genera gases tóxicos y deshechos no implica de ninguna manera atacar la propiedad privada y la libertad individual.